El
miércoles 3 de agosto del 2016, el Skateboarding se convirtió en un deporte olímpico (aplausos). Un paso enorme, un
poco contradictorio, pero me emociona por varias cosas.
Primero,
es una patada en las bolas a toda la gente que lo ve como una actividad de drogadictos,
vagos, morros que no estudian ni trabajan. Que, sí. Muchas veces, patinar te
lleva a eso, a no ir a clases, no tanto a no ir a trabajar…creo. Pero, fuera del desmadre, el skate es una
disciplina muy muy complicada. Es aguantarse los golpes, sangre, caídas, que te
avienten el coche, que te insulte, altercados con la policía. Eso, entre otras
cosas, es meramente social.
Patinar
te enseña a no rendirte, a levantarte, te enseña el valor de la amistad; las consecuencias
de ser perseverante. Conoces un chingo de gente, de lugares. En el documental Symirroretry, Chris
Mulhern dice que una de las ventajas de patinar, es que, cuando viajas,
conoces lugares que un turista regular no haría, y es, absolutamente cierto.
Yo lo he hecho desde que tengo 12 años, y aquí
entra mi conflicto con el skate como deporte olímpico.
Algún momento me pasó por la cabeza que me
representaran y vivir de patinar. Después crecí y, entendí que vivimos en
México. O sea, iba a ser un camino con muchos baches y mucha mamada. Lo seguí
haciendo por amor. Porque, estar parado en una tabla y hacer, lo que sea, es
algo mágico. Y, como en la música, hay güeyes que neta llevan la bandera del
under bien ondeada; en el skate, yo apoyo eso.
Keep it real, keep it simple.
Sin embargo, esta oportunidad, es algo
increíble. Poder llegar a competir, va a ser difícil. Pero, no se rindan. No me
imagino qué hubiera pasado si hoy tuviera 12 años, y tuviera esta posibilidad.
Quizá, efectivamente, hubiera mandado mis estudios al carajo y hubiera patinado
hasta que se me cayeran los pies.
Por cierto, The Berrics saco un artículo que
vale la pena leer. No he checado, pero Thasher también ha de estar hablando de
esto.
Salgan y rómpanla.
Skate or die.